Búbal: hay solución
- operacionexodus
- 4 may 2018
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 1 jun 2018
Cian O'Sullivan - BARCELONA
Búbal se despierta cada día mirando a su verdugo. El enorme embalse, que hoy –tras una época de lluvias- tiene 54 mil millones de litros de agua, fue quien hace unos años cambió su destino para siempre.
Allí no había un lago. En su día, Búbal tenía una parte alta, las casas; y una parte baja, los campos y alguna casa más. La construcción de la presa (finalizada en 1971) obligó a la expropiación de toda la parte baja. Sin sus campos, los habitantes marcharon, dejando el pueblo atrás, amenazado por el abandono total.

Llegamos a Búbal por la mañana. El pueblo está precioso, hay adolescentes andando por sus calles con ropa de moda y caras alegres. “Somos de un insti de La Rioja, estamos aquí unos días, de domingo a miércoles. Ahora tenemos una actividad de antropología, creo”. Parece sorprendente, pero es una respuesta bastante estándar en este pueblo.
Aunque el INE diga que tiene 0 habitantes, el pueblo está siempre activo. Siempre, desde que en 1984 fue integrado en el Programa de Recuperación y Utilización Educativa de Pueblos Abandonados. Según la página del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, el programa “Pretende un acercamiento a la vida rural de los jóvenes que, en su mayoría, viven en el mundo urbano, brindándoles la posibilidad de comprender la necesidad de un cambio de actitudes para asegurar el equilibrio futuro del hombre con su entorno”.
El ministerio dice la verdad, por lo visto. Un paseo por el pueblo nos muestra una pocilga al aire libre con unos cuantos cerdos paseando alegremente. Les acaban de echar los restos de la cena del día anterior de los chavales riojanos. Por lo visto aquí no se malgasta nada. Más adelante nos encontramos con un huerto y un taller de costura de la vieja escuela. No sé si les hace falta un “cambio de actitudes” o no, pero desde luego parece un lugar bien equipado para conseguirlo.
Volvemos a lo que parece la plaza principal del pueblo. La actividad de antropología consiste en unos actores –monitores, suponemos- hablando de la vida antaño en la zona. Van maquillados y vestidos con mucha atención al detalle e incluso imitan el acento del valle –aunque la verdad es que los he oído mejores.
Todo el pueblo está rehabilitado. En la misma plaza están los dormitorios de los jóvenes. Las grandes casas convertidas en hostales a su altura y completas con comedor. También está rehabilitada la iglesia de San Martín, que data del siglo XVIII y está un poco más arriba. Como no queremos interrumpir la actividad nos asomamos a verla. La iglesia nos da otra sorpresa. No solo está rehabilitada, viene con mesa de pinpón y altavoces incluidos. Un panel de corcho recoge decenas de mensajes de antiguos participantes en el programa: “Jorge está tremendo” y cosas del estilo.
Nos despedimos de Búbal. Ha dejado de ser un pueblo convencional, cierto. Sin embargo, ha dejado de serlo por las mejores razones. El programa le ha dado una segunda oportunidad a un pueblo que se podía haber dado por acabado hace décadas. Quizá me equivoque, en el caso de Búbal, el embalse es un verdugo, sí, pero sólo un poco.
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