Ánchel y Adrián, voces de un pueblo rebelde
- operacionexodus
- 14 may 2018
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 1 jun 2018
Cian O'Sullivan, Miquel Font
BARCELONA
A Tabierna es el único bar de Artieda, un pueblo del extremo norte –muy norte- de la provincia de Zaragoza. Está gestionado de forma popular por los vecinos del pueblo; estos nos abren la puerta y nos dan la bienvenida.
El bar popular está lejos de ser la única curiosidad de Artieda. Los murales políticos que uno se encuentra a la entrada del pueblo recuerdan a Irlanda del Norte más que al Alto Aragón. Las vistas, por el contrario, no engañan a nadie: al norte, los Pirineos se alzan enormes y cercanos; al oeste, un llano seguido de un enorme pantano que los separa de Navarra. Un pantano que ha cambiado la vida de este pueblo para siempre.
El embalse de Yesa coge su nombre de la población Navarra donde se construyó la presa -inaugurada en 1960. En 1983 se presentó un proyecto de recrecimiento para triplicar su capacidad. Los vecinos de Artieda -que vieron como la presa forzó la despoblación de los pueblos de Ruesta, Tiermas y Escó- se han negado rotundamente a la obra. Lo han hecho bajo un eslogan firme y claro que decora las carreteras de la zona: YESA NO.
Para entender qué significa todo esto para el pueblo nos hemos reunido con dos jóvenes muy vinculados al lugar: Ánchel Reyes es sociólogo y ahora mismo está desarrollando un proyecto para frenar la despoblación en Artieda. Adrián Solana es periodista y vecino del pueblo.
“La lucha se ha estructurado en tres ejes: lucha social, lucha política y lucha judicial. A nivel político sí parece que el gobierno de Navarra tiene un cierto compromiso. Están exigiendo que se demuestren los estándares de seguridad”. La seguridad ha sido un gran problema y, desde que la ladera del monte –debido a las obras- amenaza el pueblo navarro de Sangüesa con desprendimientos, el ejecutivo navarro ya ha tomado partido en el asunto.
“A nivel judicial hubo un caso en el que se demostró que un informe de seguridad estaba mal hecho. Se libraron diciendo que no eran conscientes de que lo estaban haciendo mal –o eso venía a decir más o menos la sentencia. Al final les absolvieron a todos”. Ahora se está intentando un proceso parecido. Pero si antes los documentos mal hechos eran por cuestiones ambientales, ahora son por razones de seguridad: “hay varios geólogos que afirman que los informes de seguridad están mal hechos” asegura Adrián. Aparte de esto dice que suelen ser “un poco reacios a la vía judicial por los resultados que les ha dado”. Ánchel añade que los procesos por lo menos les han aportado tiempo frente a las obras.
En cuanto a la lucha social no se han guardado nada y les preguntamos por las distintas organizaciones presentes en la zona: “Aturando Yesa nace en un momento en el que los jóvenes sentimos que tenemos unas lógicas de trabajo y de pensamiento distintas a las que llevaban las generaciones más mayores”. Esas generaciones –la de sus padres entre ellas- se mueven en torno a la Asociación Río Aragón, la principal organización en el panorama de la lucha contra el embalse. La asociación se llama así por el río que alimenta el embalse, un río que ha visto su caudal gravemente afectado y que corre riesgo de nuevo por el recrecimiento.
El río no era lo único que corría peligro: el riesgo de la ausencia de un relevo generacional hizo cambiar de rumbo a los jóvenes de Aturando Yesa: “Llega un momento que vemos que los mayores empiezan a estar muy cansados de todo el trabajo que están haciendo y nos damos cuenta de que tenemos que dar un salto para salvar a la Asociación. La organización juvenil sigue funcionando para cosas como el festival, pero todo lo demás lo hacemos dentro de Río Aragón”.
Nos preguntamos cómo se tomó la noticia del cambio a la lucha “adulta” el resto de su generación. Adrián contesta que “es difícil, es como el movimiento estudiantil: es cíclico. Llegan cosas como el Plan Bolonia y tienes picos de lucha y de enfrentamiento. Ahora mismo se podría decir que estamos en un momento bajo”.
Pero hay días, como dice Ánchel, que los conflictos se visibilizan. A veces por las peores razones. El 10 de octubre de 2012 la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) se dirigía a Artieda para notificar la expropiación de parte de los terrenos de alrededor del municipio. Se encontraron con una concentración que cortaba la carretera de acceso al pueblo. Dieciocho agentes de la guardia civil, con indumentaria de antidisturbios y porra incluidos, cargaron contra los manifestantes.
“Es una pena ver como, por una cuestión tan lógica como es querer seguir viviendo en tu pueblo, tengas que acabar apaleado. Sobre todo cuando ves que había gente mayor o niños allí” recuerda Ánchel.
“Hemos vivido distintos días de expropiaciones y ves a la gente emocionada, incluso contenta: Yo voy a estar allí, voy a aguantar allí. Aunque me peguen; es lo que voy a hacer porque es lo que me toca hacer. Es un sentimiento brutal” dice Adrián. “Sabes que viene la policía a pegarte, pero sigues ahí, agarrau. Sigues porque allí está tu padre, allí está tu madre, allí está tu sobrino y allí está tu abuelo –aguantando con sus ochenta años. Es una mezcla de rabia y orgullo muy fuerte”
“Además de que la carga se la podrían haber ahorrado…”
“Sí, vinieron como castigo. Se podría haber expropiado por la vía administrativa desde Zaragoza, pero nos pegaron para escarmentar. Nos pegaron por llevar tanto tiempo luchando y dando mal”
“Lo peor es que luego te enteras de que ocho compañeros pueden ir a la cárcel”
El juicio empezó en mayo de 2016: ocho hombres, se les pedía entre dos y seis años y medio de cárcel, además de más de 22.000 euros en multas. Se les acusaba de los delitos de atentado contra la autoridad, lesiones y desorden público –todo por lo que había ocurrido el día de las cargas. Lo negaron todo.
Preguntamos por qué eligieron a esos ocho. ¿Fue aleatorio?
“Buscaron un perfil: todos hombres, la mayoría jóvenes. No querían dar una imagen del movimiento real, intergeneracional. Querían la imagen del joven radical. Del pueblo somos cuatro de mi quinta y soy el único que no terminó imputado –y yo estaba allí, podría haber sido yo. Fue aleatorio, sí, pero dentro del perfil que buscaban. No hicieron nada en especial que no hiciera cualquier otro” contesta Adrián.
Sigue Ánchel “durante el juicio se vio muy claro que la guardia civil mentía con los partes de lesiones. Parecía que les habíamos pegado nosotros a ellos en vez de al revés. Uno de los antidisturbios se había caído con la moto e intentó usar eso en su parte de lesiones –y así varios más. Esto llegó hasta un punto en que el médico que había firmado los papeles se cabreó con los guardias civiles durante el juicio por engañarle. Fue una vergüenza…”
Los ocho de Yesa no pasarán ni un solo día en la cárcel. Fueron absueltos de los cargos más graves de atentado a la autoridad, aunque sí que tendrán que pagar indemnizaciones económicas por delitos de “resistencia y lesiones”. No fue una victoria total para ellos y Ánchel lo dice: “no estamos contentos, pero por lo menos se vio que sus intentos de criminalizar la protesta no eran ciertos”.
Artieda es un pueblo pequeño y, como la mayoría de pueblos de Aragón, corre un riesgo muy real de acabar siendo despoblado. Nos preguntamos cómo afecta el conflicto del embalse y situaciones drásticas como el caso de los 8 de Yesa. ¿Espantan a la gente o pueden llegar a crear más tejido social? ¿Ha sido positiva en este sentido la lucha contra el recrecimiento?
“En parte sí. Hay un compromiso con el pueblo y eso, en parte, implica el quedarse a vivir aquí. Estaba en Chile hasta hace un año y decidí volver porque empecé a ver dinámicas positivas. Estamos en un momento en el que todos estamos hablando de qué hacer y esto te anima a quedarte. Yo tenía ganas de venir a vivir aquí, pero si todo mi entorno, si toda mi cuadrilla estuviera hablando de irse pues quizá no habría apostado por esto”
Esas dinámicas positivas tienen mucho que ver con Empenta Artieda.
“Empenta Artieda es un proceso que empezó hace ahora un año” empieza Ánchel. “Viene de una inquietud de generaciones anteriores que se dieron cuenta de que Yesa, a pesar de ser la amenaza más visible, no era la única. Hay otro tipo de problemáticas que está ligadas a la vida rural que también hacen que se abandonen poco a poco los pueblos”
Así que el ayuntamiento de Artieda se puso en contacto con Ánchel: “sabían que había hecho alguna cosas parecida en Puente la Reina [Navarra] y, a través de una subvención, nos contratan a Víctor [Iguácel] y a mí para estar trabajando seis meses a media jornada. A partir de ahí lo que hacemos es un proceso de reflexión y diagnóstico -luego se pasa a la acción. Ha derivado en una serie de programas de empleo, vivienda y socialización para mantener el pueblo vivo. Como dice Adrián, hay una dinámica que ayuda a que la gente quiera quedarse en el territorio”
¿Qué medidas concretas ha propuesto el proyecto?
“Las ideas están muy bien, pero lo importante es que la gente quiera llevarlas a cabo” responde entre risas. Adrián explica, insistiendo en los programas mencionados antes: “de su trabajo salen tres líneas fundamentales: vivienda, socialización y empleo” Están interrelacionadas “si tienes trabajo, pero no hay nada cerca para alquilar pues no te sirve de nada. Si tienes vivienda, pero no hay trabajo, difícil. Si tienes trabajo y vivienda, pero te aburres todo el día aquí porque no hay nada que hacer…mal también”
El proyecto ha tenido respuesta: “hace poco ha venido una pareja de Andalucía diciendo que quería venir a vivir aquí, también unos chicos de Madrid, una pareja de Trasobares que en que puedan se vienen. De nuevo tenemos que tener una oferta de vivienda, los pueblos no están adaptados para el alquiler. Con veinticinco, treinta años ¿quién se va a comprar una casa en un pueblo en que ni siquiera tienen arraigo? Se está hablando con propietarios que ya no vienen para que alquilen y tal, es una de las dificultades. Se quiere crear una coordinadora para la gestión turística del pueblo. Por ejemplo, una persona puede hacer yoga, de guía para el camino de Santiago [muy cercano], paseos de ornitología o guías de montaña. Queremos juntar estas cosas y hacer una oferta turística completa. Luego están los de Senderos de Tejas, que es otro proyecto para revitalizar zonas en peligro de despoblación. Gestionan el albergue y van a gestionar el camping. Han tenido mucho éxito ya en la zona del Moncayo con proyectos de escalada…”
Adrián añade una cosa más sobre Empenta Artieda: “rompe la lógica de que muchas veces la despoblación se combate desde la ciudad y se imponen de cierta forma las medidas en el medio rural”
Ánchel y Adrián están llenos de energía y buenas ideas. Ante un mar –o más bien un embalse- de dificultades quieren dar la cara: “queremos un cambio, nosotros, desde el medio rural y de forma asociativa y colaborativa vamos a repensar lo que queremos para nuestro pueblo. Cuáles son los problemas que tenemos y cómo podemos luchar contra ellos”.
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