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Susín, el rincón escondido del Alto Gállego

  • Foto del escritor: operacionexodus
    operacionexodus
  • 5 may 2018
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 3 jun 2018



Paula Rubio - BARCELONA


La mujer que tanta entrega le había dedicado volvió su cabeza y contempló por última vez su pequeña gran obra de arte. Ahora Susín, un peculiar pueblo del Alto Gállego, queda en manos de su hijo Óscar Juliá Villacampa.


Cuando se hubo cerciorado el hombre de que sabíamos a dónde íbamos y conocíamos la singularidad de Susín, nos hizo un gesto boyante y nos invitó a entrar al coche. Entre caminos escarpados y vegetación pura descubrimos a Susín, un pequeño pueblo con restos visigodos en plena montaña aragonesa y de muy difícil acceso. Óscar Juliá, presidente de la asociación de Mallau, quiere restaurar el pueblo tras el fallecimiento de su madre y crear un ecomuseo con fines culturales.



Casas de Susín restauradas gracias a Óscar Juliá.


Con tono seguro y ojos radiantes, el hombre abrió la puerta a las entrañas de Susín. Vegetación, construcciones curiosas y una iglesia y una ermita con toda una historia por sí solas. El lugar no sólo evocaba al pasado histórico del lugar, sino que también rememoraba la feliz infancia de Juliá. En el corazón del pueblo se encontraba La Casa Mallau perteneciente a la familia y cuyo significado quiere decir “a manchas” en castellano. El anfitrión justificaba la peculiaridad del nombre explicando que uno de sus antepasados “tenía manchas como Gorbachov”. Pisando con cautela el camino de piedra antigua, nos percatamos como el hombre atisbaba una placa de piedra a lo lejos a los pies de la iglesia, no tardó en hacernos saber que efectivamente después de una vida dedicada al pueblo su madre había querido ser enterrada en Susín. La Iglesia tenía un aspecto viejo pero no descuidado, majestuoso pero humilde y, definitivamente, un olor a humedad y campo característico de un pueblo de montaña. Tras las seis vueltas de llave características, la vetusta cerradura se abrió y pudimos acceder por completo al interior de la Iglesia y apreciar con asombro cómo muchas de las pinturas posaban para ser contempladas. Tonos pastel en los que destacaba el cian intenso, marcas de goteras y bancos de madera curtida por el tiempo conformaban la estampa religiosa más antigua de la que pocos pueblos de la zona podían presumir.


“La despoblación no me preocupa, el abandono del pueblo sí”, con estas palabras nos explicaba pensativo que su mayor objetivo para Susín no era habitarlo sino restaurarlo, no dejar que la maleza ni los animales acaben con él.


Casa Mallau, hogar de la familia Juliá.



Su niñez, sus recuerdos, yacen en una gran casa de piedra con unas vistas de todo el valle. Entre nostalgia y orgullo nos confiesa que la hija de Chaplin, hace muchos años se interesó por esa casa como retiro vacacional e intentó comprársela a su madre. Una vez en el interior de la casa, nos percatamos de que los suelos son pedregosos y las paredes tienen un aspecto tan fuerte que parecen férreas. Nos deslizamos por las escaleras, la luz templada del sol entra por puerta desvelando con sombras la rugosidad de las paredes. Y es que, a pesar de estar en un pueblo deshabitado desde hace tantos años, las palabras de Juliá nos envuelven en un ambiente acogedor dándonos cuenta de que estamos en un hogar, su hogar.



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